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El pueblo granadino de los tres cerditos y el lobo feroz

Trevélez instala un nuevo reclamo turístico familiar con un guiño a sus tradiciones

«Érase una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre los estaba persiguiendo para comérselos, dijo un día el mayor:- Tenemos que hacer una casa para protegernos del lobo. Así podremos escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por aquí…». Así comienza el cuento de los tres cerditos y el lobo feroz, un relato infantil que todo el mundo ha escuchado alguna vez y al que se le tiene que tener cariño de forma obligatoria.

También conoce todo el mundo, o mucha gente ya que lo venden hasta una gran cadena de supermercados que aquí no mencionaremos porque no necesita publicidad, el jamón de Trevélez, que goza de la Indicación Geográfica Protegida (IGP).

Para los que no hayan estado en Trevélez, es un municipio escondido en la Alpujarra granadina. Y decimos escondido porque se puede considerar el último pueblo de la comarca, ya que se encuentra a 1.476 metros de altitud. Un pueblo con encanto, conocido, pero que quiere seguir innovando para ganar turismo y luchar contra la despoblación. Por eso, ha decidido implantar en sus calles un atractivo relacionado con una de sus pasiones: el jamón.

Coincidiendo con la segunda edición de la Feria del Jamón y Productos Típicos, se han puesto tres casas. Una de paja, otra de madera y otra de ladrillo. Las casas de los tres cerditos, a las que no les falta el lobo feroz.

«En Trevélez tenemos tres barrios: el Medio, el Alto y el Bajo. Por eso hemos decidido poner una casa en cada uno de ellos como reclamo turístico. Es un guiño a nuestra historia ligada a los secaderos de jamones», comenta a IDEAL el alcalde del municipio, Adrián Gallegos Segura.

Un guiño a las tradiciones alpujarreñas

La historia del jamón de Trevélez se inició en 1862, año en el que la Reina Isabel II otorgó a esta villa el privilegio de estampar su sello real en los jamones elaborados en la zona. Por ello, han querido ahora hacer este guiño a una de sus tradiciones.

«No es el primer reclamo de este tipo que se pone en el municipio. En esta ocasión hemos querido que tenga relación con la vida del pueblo. Además, es un atractivo para el turismo más familiar, que es el tipo de público que queremos que venga al municipio. También generamos riqueza con las visitas y luchamos contra la despoblación», afirma Gallegos.

Este nuevo atractivo tiene un relación más que justificada con la comarca. No sólo por el jamón. La casa de ladrillo -que hay que recordar que es la única con la que no puede el lobo- es una típica construcción alpujarreña. Destaca la piedra y la madera como materiales base, la característica chimenea rematada con un sombrero o las cortinas con tejidos de época musulmana.

 

FUENTE: Ideal.es

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